¿Existe alguna relación entre el gusto y conocimiento? En qué forma se da, por qué se da, cómo se da, entre otros elementos.
Kant dice: el juicio de gusto (para diferenciar si algo es bello o no) no es un juicio de conocimiento, no es lógico sino estético; pues mediante el mismo no se señala nada del objeto de la representación, sino cómo se siente afectado el sujeto por la representación. El sentimiento de placer y displacer, que funda una muy particular facultad de diferenciación y enjuiciamiento, no aporta nada al conocimiento. Esto es pues de todo modo correcto y la indagación del territorio completo de estas sensaciones de placer y displacer recae exclusivamente en la estética.
Pero el arte como tal no tiene nada que ver con el juicio de gusto, pues su tarea es precisamente el conocimiento de las cosas, la caracterización de aspectos muy determinados en el objeto de la representación, que justamente no se dejarían caracterizar por ningún otro medio.
Kant utiliza en su analítica de lo bello un tamiz que le sirve para sacar a relucir la belleza y el juicio de gusto, facultad de juzgar lo bello; entre lo verdadero, lo bueno y lo agradable. En el momento representado por la categoría de cualidad; el juicio de gusto se diferencia del juicio de conocimiento en que no tiene en su base concepto alguno del sujeto. La representación no tiene mediación de ningún concepto, sino que se relaciona inmediatamente con el sentimiento de placer o displacer del sujeto. En este sentido, la base determinante (del juicio estético) no puede ser más que subjetiva. Se funda así una facultad totalmente particular de discernir y de juzgar, que no añade nada al conocimiento, sino que se limita a poner la representación dada en el sujeto frente a la facultad total de las representaciones, de la cual el espíritu tiene conciencia en el sentimiento de su estado. Esta inmediatez de la representación en el juicio de gusto también implica una diferencia con respecto a la representación en el juicio ético; ya que, en la ética, al contrario que en el ámbito estético, el sentimiento de respeto a la ley moral está condicionado por el pensamiento del primado de la razón práctica.
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